viernes, 26 de noviembre de 2010

Siempre queda un hueco, su hueco.

Porque hemos pasado mucho: risas, lloros, miradas, palabras, silencios, tardes, mañanas, mediosdías, noches, cenas, comidas, desayunos, almuerzos, paseos, compras, anécdotas, penurias, amor, amistad...
Hemos pasado tanto, y todo está tan perdido.
Pero tranquila, has sido una persona muy grande aquí, eso tienes que saberlo.
De ti guardaré todo lo bueno, lo malo lo estoy enterrando.
Olvidemos las heridas y recordemos todos los abrazos...

Una pequeña parte de este complicado mundo:

¿Cómo describirme?
Si ni yo misma creo conocerme. Soñadora, luchadora, creativa, complicada, sensible y, si me lo permites, inteligente. No puedo resumirme, pues son un sinfín de cualidades y defectos.
Soy una de esas personas grandes encerradas en un cuerpo demasiado pequeño para su contenido. Oh, sí, puedes llamarlo "ego", pero, ¿para qué negar aquello que opino?
Soy difícil, para nada sencilla.
Descrifrarme es un desafío, pocas personas pueden hacerlo. Valoro mucho pequeños detalles, demostraciones verdaderas de amor o amistad. Encaprichada, un poco egoísta, imponente, maníatica e irritantemente perfeccionista. Soy un carácter duro aunque tengo infinitos momentos de debilidad: no es muy difícil derrumbarme.Puedo parecer una persona alegre, pero pueden cambiar esa imágen en solo unos segundos. Totalmente sensible, insegura, interrogativa. Soy como un gran signo de interrogación, eso es.
Preguntas, preguntas, más preguntas. Tanto sobre mí misma como sobre los demás, sobre el mundo, el universo, el existir.
Alguna vez me han dicho que sería una buena filósofa o una excelente psicóloga.
¿Quién sabe? Tal vez tengan razón y tenga más cualidades aquí dentro de las que yo creo.
Desde luego, sé que soy grande.
No soy optimista, tampoco me definiría como pesimista. Tal vez simplemente sea realista.
He tenido que saltar muchas piedras -incluso rocas, me aventutaría a afirmar- y mi camino no ha sido llano. He soportado tantos males que no sabría redactarlos. Pero eso sirve para crecerse, me estoy ganando un futuro.
Aunque eso también me ha convertido en una pequeña chica sensible. Lloro con una simple película, puedo derrumbarme con un libro y puede que todo me afecte con un tono especial.
Pero estoy orgullosa de mí: ya lo creo que sí.
¿No lo ven? Puede que estén ciegos, ¿quién sabe?
Tal vez no pueden ver más allá de sus narices y no ven lo que es un auténtico valor: algo más allá del maquillaje o del cuerpo, algo más allá que un par de vestidos caros y detalles superficiales.
Tal vez el mundo esté lleno de falsedad y nadie sepa ver por encima de la belleza exterior. Puede que, tal vez, no sepan que una imágen, unas palabras escritas, una voz, una personalidad, son algo que pueden cambiarte la forma de ver el mundo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Dalhimen.

De pronto, un dolor la invadió por completo, se hizo débil, la verdad se le clavó en el pecho como una estaca. Su cuerpo perdió la fuerza y sus piernas perdieron el apoyo. Se aferró con sus uñas, que se clavaron en vieja y polvorienta pared y la fueron desgarrando hasta sangrar. Su llanto fue aumentando, sus gritos cada vez eran más dolorosos.
Ver el estado de Elisa hizo a Rubén sentirse como si el causante hubiera sido él. Se tiró al suelo y la agarró para abrazarla con fuerza. Arrimó la cabeza de Elisa a su pecho y la apretó hacía él, apoyando su mejilla en el pelo marrón de la muchacha.
Ella se comportaba como si le hubieran metido un puñal en el corazón. Sus gritos eran completamente desgarradores, sus manos se aferraban a su pecho, sus uñas se clavaban en su piel hasta hacerse sangre, agarraba su vestido estirando hasta desgarrarlo. Se encogía en sí misma, y se agarraba a su pecho como si le ardiera por dentro, como si un dolor incalculable la estuviera torturando, como si su corazón se estuviera haciendo pedazos.
Rubén la apretó aún más hacía él, y allí quedaron, abrazos en el suelo, los dos con lágrimas en los ojos, ella muriendo de dolor y de pena, él muriendo por carecer de una solución, por ver a alguien a quien tanto quería en un estado tan penoso, triste y deprimente…
Sentía que si la soltaba, ella no volvería, se marcharía de ese mundo, y la atrajo más hacia él, la abrazó hasta sentirla parte de él. La retuvo con él hasta que sus manos se debilitaron y no tuvo fuerzas para agarrarse el pecho. Entonces sus manos se dejaron caer y se dejó abrazar, dejó que él sujetara su cabeza y cerró los ojos, deseando no abrirlos nunca más…


Y otro grito, pero este ya no era un sueño.
Desperté con un chillido, noté un sudor frío por todo el cuerpo y sentí como si la realidad hubiera caído sobre mí como una roca.
Había sido una pesadilla, una horrible pesadilla. Me había visto a mí misma, había visto mi propio dolor desde arriba, había revivido un momento de mi vida que creía haber olvidado, un momento de mi vida del que ya no era consciente, que pensaba que había guardado en un cajón bajo llave.
Y de nuevo sentí las lágrimas caer por mi mejilla, mi cuerpo se volvió débil y me sentí inservible.
¿Qué había sido de Rubén? Con lo mal que él lo había pasado por su culpa y ella lo había dejado abandonado, lo había olvidado a la primera de cambio. ¿Cómo estaría él? Si ni siquiera había ido a verlo, a explicarle que seguía allí, a pedirle disculpas por todo lo que le había hecho pasar.
¡¿Qué había hecho?! ¡¿En qué me había convertido?! ¡Había dejado a la persona que más la había ayudado sin ninguna explicación! Ni siquiera me había parado a pensar ni una sola vez en la ayuda que él me prestó, la de veces que me había quedado sola y que solo él vino a ayudarme. Ni siquiera había sido capaz de ver que mientras él se jugaba el pellejo por mí yo lo ignoraba y lo dejaba tirado, una y otra vez.
Presumía de no ser como los demás y por estar pendiente de sacar críticas, me dejé arrastrar por la multitud… me convertí en uno de ellos…
Sentía ganas de morir, algo me mataba por dentro, tenía nublada la vista y notaba las mejillas mojadas. Algo oprimía mi pecho, sentí el color marcharse de mis mejillas, y dejé de ver. Mis ojos se llenaron por completo de lágrimas y lo vi todo borroso. Dejé a mi cuerpo caer, mi cabeza quedó sobre la almohada, mis ojos quedaron abiertos, pero sin ver nada. Sentí frío, mucho frío, desee que alguien me abrazara, desee que alguien me diera calor… Después de meses y meses sin él, me di cuenta de lo mucho que me hacía falta Rubén.




5 de Enero, 17:12

Yo no sé que veo en tus ojos.

- Porque eres mi corazón, y no veo nada más necesario en este mundo que tú, te llames como te llames.
La sincerdad con la que me habló inundó mi cuerpo de una sensación de felicidad indescriptible. Me tranquilizó, me sentí bien, más que bien, me sentí tan querida...
Esperó en silencio, pero yo no iba a responder, no tenía apenas palabras.
- ¿Es que no me crees? -un leve atisbo de desesperación apareció en sus ojos.
- Sí te creo, porque no hay más verdad que la que veo siempre en tus ojos.
- Yo no sé que veo en tus ojos... -posó su mano en mi mejilla y me acarició-. Demasiada belleza para saberlos describir.
Copié su gesto y acaricié sus mejillas. Él respondió agarrando con una mano mi pelo, con toda la delicadeza posible, como si fuera una muñequita de porcelana, y poco a poco, fue acercándo mis ojos hacía los suyos.
La sensación de bienestar que sentía fue aumentando. Seguí acercándome a sus labios, los atraí hacia los mios y me fundí en ellos, me uní a su cuerpo como si formara parte de él, nos acoplamos el uno al otro, como si crearamos un solo ser.
Hubiera dado lo que fuera por quedar abrazada a Rubén hasta el resto de mis días. De todos modos, ninguno de los dos iba a morir nunca, así que teníamos una eternidad por delante sin riesgo alguno de perdernos el uno al otro: al fin y al cabo, ya estabamos muertos.


La felicidad.

Imperfecta, intocable, prácticamente inalcanzable. Pocos la ven, algunos afirman que no existe, otros que se esconde y solo se deja ver de vez en cuando. Otros difieren: la controla el dinero.
No puedo asegurarte que exista, aunque me decanto por la opción de que hay momentos en los que somos afortunados y la sentimos, pero no somos conscientes. Y es que así es la felicidad: la deseamos a todas horas, pero cuando aparece es invisible para nuestros ojos. La sentimos, pero no somos conscientes de su presencia. Supongo que precisamente por eso se llama felicidad a esos momentos, porque es una sensación agradable, y aunque no la vemos, ahí está.
Simplemente, hay que buscarla, no obsesionadamente, si no haciendo lo que más nos gusta.
No hace falta dinero, a veces basta una sonrisa, un abrazo, o una mirada. Y si te paras a pensar, entonces, tal vez, te des cuenta de que eres más feliz de lo que piensas.





ELLES.

- Los rubios, los morenos, los pelirrojos, los castaños, los que te miran, los que bajan la mirada, los que te sonríen, los que lloran, los que no dicen nada, los que lo dicen todo, los que callan mucho, los que dicen poco, los que quieren hablar, los que prefieren permanecer en silencio, los que saben que piensas a cada segundo, los que no te entienden nunca, los que te meten en líos, los que te ayudan en todo, los gordos, los flacos, los medianos, los anoréxicos, los que comen, los que no comen, los que comen a escondidas, los que hacer ejercicio, los que no, los que estudian, los que trabajan, los que ni estudian ni trabajan, los que se quieren, los que no, los que sollozan, los que ríen, los que te escuchan, los que te hablan, los que no te hacen caso, los que no te dejan en paz, los que hacen como que te escuchan, los que te dicen que te calles, los que te piden que hables, los que tienen corazón, los que se guían por el dinero, los que lo hacen por el sentimiento, los que oyen música rock, los que oyen música pop, los que oyen baladas, los que no oyen música, los que prefieren en negro, los que prefieren el blanco, los que no se saben decidir, los que tienen miedo, los que son valientes, los que…
Los amigos, y los amigos de verdad.

Paula Martínez Ruíz
Andrea Asensio Antón
14 de Julio, 17:31

La pequeña Peter Pan que no quiere ser adulta.

Porque no había cosa que le diera más miedo que las titilantes velas que hacían bailar sus llamas sobre el pastel de chocolate. Porque le aterraba la tablita ovalada de chocolate que rezaba la palabra 'Felicidades' con letra cursiva y estilística, y quería huir del montón de nata que se acumulaba en los bordes de la tarta. Por primera vez, no le gustaba cumplir años: y es que tenía tanto miedo de crecer, tanto miedo de hacerse mayor, madurar y perder su inocencia... No quería tener que abrir los ojos y encontrarse un mundo que no era el mismo de su infancia. Quería ser una pequeña Peter Pan, quería seguir siendo la niña ingenua que creía que vivía en mundo de principes y princesas y no existia el dolor y la injustícia en la sociedad.

Por primera vez, no quería cumplir años y obligarse a ser adulta.



12 de Julio, 19:49