miércoles, 27 de octubre de 2010

Por todo: GRACIAS.

Paula Martínez Ruíz.



Gracies, de tot cor.

Records.

Y me dolió verme en aquella situación. En ese momento no me di cuenta, pero ahora soy consciente de que es una, sino no la más, de las cosas más duras que me ha tocado hacer en esta vida. Me atreví a abrir esa carta, palpé el trozo en blanco en el que debería haber un remitente que nunca sabría a quien corresponder. Comprobé a fecha y el lugar en los que había estado cuñada la carta: en Marzo o Mayo, Valencia. Examiné los restos de pegamento, la forma de la huella, pringada en aquella sustancia pegajosa y sucia, de los dedos de alguien a quien, tal vez, ni siquiera conocia. El papel mal recortado, pegado torcido, las letras a ordenador cuidadosamente seleccionadas.
Y, sin pensarmelo dos veces, saqué su contenido: un simple papel retocortado con apenas una linea de texto.
Pensé que no me asustaba leerlo, ya sabia lo que ponia.
Pero una vez leí aquellas palabras que ahora me obligo a olvidar, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y la obviedad se me clavó en los huesos y se adueñó de mis emociones.
Lo peor fue que tenía que esconderlas: debía limitarme a hacerme la sorprendida (que no era que no lo estuviese) y fingir que ni un pequeño atisbo de tristeza se asomaba en mí.
Contení las lágrimas con todas mis fuerzas, deseé no llorar. Pedí al Dios en el que nunca había creído que todo fuera una broma pesada por haber hecho algo malo en mi miserable vida. Creo que, en aquellos días, incluso llegué a rezar por si alguna fuerza en la que no creía me podía ayudar.
Pero no sucedió nada. Tuve que seguir agachando mi cabeza y escondiendo mis incomprendidas lágrimas.
Y así varios días, en casa y en la escuela. Fui deseando contarselo a alguien y encontrar consuelo en sus hombros y en sus palabras. ¿Pero acaso tenía amigos que hicieran eso? Nadie me ofrecería su pañuelo para llenarlo de mocos sin pedir que se lo lavara a cambio. Así volvía cada día a casa, lamentandome de mi propia existencia y mi cobardía por no mostrar que todo eso me afectaba de verdad en lo más fondo de mi ser.
¿Iba a acabar así? ¿Y ya está? ¿O acaso esto solo era el principio de una gran temporada de sufrimiento? ¿El fin de esa vida iba a significar también el de la mia, o sería solo el comienzo del camino para cambiar la mia?
No sé cuantos años han pasado de ello, y prefiero no acordarme, quisiera no recordarlo nunca. Pero si sé que nunca le encontraré respuesta a tanta pregunta, ni siquiera a la identidad de la única persona que me informó de que acababa de convertirme en una miserable huerfana de padre.





19 Marzo, 22:53

Clara.

El seu nom no li feia justícia. De clara no tenia res. Dos portes infranquejables s'interposaven entre la ment de Clara i els ulls dels demés. Ella sabia molt bé adivinar els pensaments dels qui la rodejaven, les seues preocupacions, però ella era una tomba en lo referent a sentiments.
Qualsevol a qui li hagueses preguntat sobre ella, t'haguera dit que això no era així, que Clara era tan fàcil de llegir com un llibre obert. Però confundien la seua bona actuació amb la veritat. Si estava mal, actuaba. Si estava regular, actuava. Si no sabia que fer, actuava.
La veritat es que haguera sigut una bona actriu. Se li donava tan bé fer-se la inocent que tots pensaben que era ben tonteta. Creien que no sabia mentir.





20 Marzo, 22:57

MARINA.

"No sabía entonces que el océano del tiempo tarde o temprano nos devuelve los recuerdos que enterramos en él. Quince años más tarde, la memoria de aquel día a vuelto a mí. He visto a aquel muchacho vagando entre las brumas de la estación de Francia y el nombre de Marina se ha encendido de nuevo como una herida fresca.
Todos tenemos un secreto encerrado bajo llave en el ático del alma. Este es el mio."

[Óscar]





"- Habrá advertido que no tenemos electricidad, Óscar. Lo cierto es que no creemos demasiado en los adelantos de la ciencia moderna. Al fin y al cabo, ¿Qué clase de ciencia es esa, capaz de poner un hombre en la Luna pero incapaz de poner un pedazo de pan en la mesa de cada ser humano?

- A lo mejor el problema no está en la ciencia, sino en quienes deciden cómo emplearla."

[Germán]


Marina, Carlos Ruiz Zafón.

AZULOSCUROCASINEGRO.


-Por qué te quiero en 65 palabras:
Te quiero porque creo que entiendes como soy. Te quiero porque a tí te puedo contar lo que a nadie le puedo contar. Porque puedo sentir que mi vida a tu lado cobrará sentido y dejará de ser vacía. Te quiero porque me preguntaste cuántos años tenía cuando murió mi padre, y eso nadie me lo había preguntado jamás. Te quiero tanto que me gustaría...
- ¿Qué te gustaría?
- No sé, no lo he podido escribir. Se me agotaron las palabras. 65 palabras son muy pocas, ¿no?



[AzulOscuroCasiNegro]

Cuestión de odio.

¿Odiar? Sí, odio la fruta, gran parte de la verdura, los callos y los espárragos. Odio High School Musical y a los Jonas Brother. También a Hannah Montana, aunque medianamente la soporto. Odio a Bisbal y a Paulina Rubio, y no hace falta ni nombrar Camela. Odiaba Fondo Flamenco, creo que ahora lo puedo "pasar". Odio los nicks cutres y las frases de amor cutres y patéticas. Odio a las niñatas que hablan del amor como si fuera una cosa super cursi, y a las que ponen frases patéticas en sus "fOtaKaS" en el espejo. No soporto las minúsculas mezcladas con las mayúsculas y a los que cambian todas las B por las V. Odio a los pavos incultos que no saben ni quien era Hitler y las pavas que hacen cualquier tontería y ya piensan que son super guays. Odio a las inútiles que se hacen una foto en plano contrapicado y etiquetan a todo su tuenti para que vea su NULO arte. Odio el color rosa, la gente que va siempre con deportivas, el conejito de playboy y las cadenas de rechulones. Odio los libros con poco margen y las fotos con poco contraste.
Odio muchísimas cosas en este mundo, pero ¿tú? No sabía que se pudiera llegar a odiar a alguien tanto, hasta una vez muerto.







11 de Julio, 15:08

Rosa, sinónimo de perdición.

En el mismísimo momento en el que esa mano te tiende una rosa roja, sientes romanticismo, ternura. Me aventuraría a afirmar que sientes felicidad.
Pero, al fin y al cabo, esa rosa acaba mueriendo.
Las rosas, como la vida, tienen un fin. Marchitan, al igual que el color rosado de nuestras mejillas, se las lleva el viento como nuestras cenizas al morir, o como nuestra piel desaparece cuando es consumida por el tiempo y los insectos.
Y, como las rosas y la vida, terminan muchas otras cosas.
Entre ellas, el amor.
Algún día, muere.
Los novios cortan su relación, los matrimonios se separan, la familia se distancia e, incluso los amigos, se van quedando atrás en el camino.

Muchos opinan que una flor artificial no es romántico. Cutre, lo suelen llamar.
Yo opino todo lo contrario: el plástico, al contrario que las rosas reales, no muere.
Una flor real representa el fin, el plástico representa la eternidad.

Moriría por una rosa artificial.


29 de Agosto, 20:16

lunes, 18 de octubre de 2010

Masacre en las cámaras de gas.

Y yo, que acudí allí pensando que me darian un trabajo, me encontré con un panorama desolador, terrible, tan triste. Me sentí verdaderamente impotente, inútil por no poder evitar lo que allí ocurria. Vi con mis propios ojos como aquella gente sonreia agradecida por poderse dar una ducha después de tantos días de sufrimiento. Al menos, aquellos alemanes les dejaban limpiar sus cuerpos sudados y sucios. Era un lugar estrecho, con unos grifos salientes de la pared de azulejos. Los judios se dirigieron hacia las perchas en las que debian colgar sus prendas para entrar a la ducha. En cada percha había un número para, al salir, idenificar su uniforme de recluso. Todos, al verlo, dieron por hecho que, tras lavarse, saldrian a coger sus ropas y volverian al trabajo de nuevo. Pero cuando dieron la señal y los allí presentes abrieron sus grifos correspondientes para comenzar la limpieza, les sorprendió algo que no era agua. De pronto, un gas empezó a invadir sus pulmones, a taponar sus gargantas, a marearlos. Algunos echaron las manos al cuello, otros, al comprender que aquello no era nada bueno, intentaron inúltimente abandonar aquel espantoso lugar. Pero se encontraron encerrados y, en poco tiempo, empezaron a caer los primeros. El miedo, la desesperación, el pánico al comprender para que estaban allí y no había forma alguna de salir provocaron un terror indescriptible. No he visto escena más dolorosa en mi vida. Los gritos importentes, los niños, las mujeres, unos pocos intentaban agarrarse a sus familiares y a los compañeros que allí habían conocido. Pero el gas fue letal, pronto estuvieron todos muertos. Unos encima de otros, un brazo por aquí, un brazo por allá.
Desolador. Cuando los numerosos cadáveres fueron llevados al lugar donde sus cabellos serian cortados para fabricar moquetas y sus dientes de oro arrancados, pude observar el suelo del lugar donde habían sido asesinadas todas aquellas inocentes personas: mojado. Los vomitos, la orina, incluso excrementos. Todo fruto del miedo, del dolor...
Y todos aquellos judios, acabaron en un crematorio con quince fogones donde, varios trabajadores, se encargaban de meter los cuerpos inertes en el abrasador fuego que destruia toda prueba de la masacre allí cometida. El resultado: ceniza. Simple ceniza y un sentimiento de impotencia abrumador. Las fuerzas de continuar adelante, después de presenciar aquel panorama del cual era, técnicamente, cómplice, desaparecieron por completo. La verdad cayó sobre mi como una losa, y comprendí cual había sido, pues, el destino de mis hermanas y mi madre.
Y la siguiente pregunta se grabó en mi mente cual tatuaje a la piel: ¿Cómo podía haber gente con la suficiente insensibilidad para cometer un acto tan terrible y espantoso como aquel, a cual no sabia describir con palabras?

Este es un mundo de GUERRAS.

La humanidad ha crecido luchando, imponiendo religiones, eliminando políticas, ignorando opiniones, asesinando culturas. Ley de vida: si quieres sobrevivir, lucha por lo que quieres. ¿Y cómo acaba todo esto? Siempre hay alguien que termina mal.
Tal vez antiguamente, las guerras eran luchas brutales físicamente. Provocaban mortalidad en grandes niveles, hambre, dolor físico. Puede que ahora, esto no ocurra tan a menudo. Diariamente no saltan nuevas guerras en las que las pistolas o las espadas tienen el papel de protagonistas, pero sí las palabras. Y, es que, sí usamos diariamente nuestra guerra psicológica: todos los días herimos u ofendemos a alguien con nuestras palabras, nuestras opiniones y prejuicios, incluso con nuestras miradas o gestos.
El caso es que, a pesar de que muchas veces no es nuestra intención, lo hacemos. Y siempre, SIEMPRE, hay alguien que sale herido.
Por eso, este es un mundo de guerras...
y las guerras son una MIERDA.

How to save a life?

Cuando el corazón adopta un ritmo descontrolado, las emociones se contradicen, nuestras ideas se alteran y las razones para vivir parecen extremadamente escasas, podemos llegar a sentir un infinito deseo de morir.
Nuestro pulso se acelera, aunque nosotros podemos llegar a sentir justo lo contrario: parece que nuestro corazón vaya a pararse en cualquier momento y la sangre vaya a dejar de fluir por nuestras venas. Los segundos se convierten en una aterradora eternidad.
Somos incapaces de pensar con claridad, las lágrimas nublan el jucio y el mundo puede convertirse en nuestra cárcel.
Una destrozante notícia, una dura realidad, unas palabras como balas...
Hay veces, que nadie es capaz de curar ese dolor que se nos clava en el cuerpo y en la mente con garras y dientes, pero en otras ocasiones, en cambio, alguien puede secar nuestras lágrimas y hacerlas cesar.
¿Cómo salvar una vida?
¿Quién es capaz de hacerlo?
Yo lo llamo ese "algo especial".
Él puede salvar mi vida.

Son historias de extraños.

Marina cogía todos los días el tranvía de las 21h y 25 minutos. Cogida de la mano de Jorge iba cada noche a la parada para volver a casa.
David, por su parte, acudía al mismo lugar a la misma hora pero con otra persona: Raquel.
Siempre tomaban los mismos asientos, nunca cambiaron de lugar. David y Raquel se sentaban junto a la ventana derecha y Marina y Jorge, en cambio, preferían los asientos que miraban hacia el pasillo, justo en frente de la otra pareja.
David y Marina, curiosos, siempre se miraron. Durante meses fueron conociendose poco a poco a base de mirar de reojo los movimientos del otro: su música preferida, su estilo, sus libros preferidos (en efecto, Marina leyó dos veces su libro favorito en los trayectos de vuelta a casa), incluso oyeron detalles de su vida privada.
No se dieron cuenta que, al cabo de un tiempo, habían dejado de coger las manos de sus respectivas parejas y pasaban gran parte del viaje intentando robar información el uno del otro.
Marina no podía vivir sin su música, le gustaban las novelas con finales muy emotivos, era sensible, y cuando estaba triste, se ponía la música a tal volumen que desde la posición de David se podía distinguir la letra de la canción.
David, era sonriente, también siempre con los auriculares puestos y moviendo la pierna al ritmo de la música, y solía mirar mucho al paisaje. Y digo solía, porque acabó intercambiando las calles de la ciudad por la dulce cara de Marina.
Las miradas fueron aumentando, y sus acompañantes no lo ignoraron. Los días, las semanas, los meses... cambiaron la situación más y más hasta que un día hubo un cambio: Aparecieron solos. Ni Jorge ni Raquel acompañaban a los dos jóvenes en el trayecto. Marina, con aspecto débil y caído, tomó su asiento de siempre, pero esta vez con un lugar vacío a su lado. Igual hizo David, poniendo al mínimo su música para escuchar la de Marina.
Ésta, al notar las miradas sin verguenza alguna, hizo lo mismo, sin dejar de observarse el uno al otro.
Pero, pasados unos minutos, Marina bajó la mirada, escondió las lágrimas y volvió a subir el volumen de su música.
Los 40 minutos aproximados de trayecto pasaron para los dos incómodos y lamentables. Aunque, David no lo pasó tan mal como Marina, que sabia que aquel viaje, era uno en vano con el simple objetivo de ver a David por última vez.
Así se levantó para bajar en su correspondiente apeadero, cuando la mano del otro jóven la agarró con delicadeza.
- ¿Estarías dispuesta a seguir viajando cada día a las 21h y 25 minutos?
Y, tras unos segundos maravillosos y confusos a la vez, Marina terminó de dar el paso definitivo al exterior y la puerta se cerró ante los dos.

¿Crees que Marina sería tan tonta como para dejar a su extraño escapar?

domingo, 17 de octubre de 2010

José Manuel Madrid Sánchez.

A veces, ser felices está en manos de otra persona: un chico, una chica.
Puede que solo sea un personaje secundario en nuestra vida, o tal vez sea uno de los principales. El caso es, que siempre llega nuestro protagonista, nos quita nuestro propio papel, y pasa a dominar nuestra película.
Los hay duraderos, los hay cortos, y los hay para siempre.
Y cuando llegan, comienzan a hacerse un hueco en nuestra función sin que prestemos mucha atención. Pero poco a poco, a veces en escaso tiempo, nos damos cuenta de nos estan robando el guión, y nos lo estan cambiando.
Y entonces, alguien nos dice: "Te estás enamorando".
Creo que he encontrado al ladrón que me ha quitado el papel de protagonista, y espero que sea de los de para siempre.