miércoles, 26 de enero de 2011

Él sigue queriéndote.


Nada más
poner un pie
en el suelo 
encharca-
do de la
calle,
reconocí
el coche
estaciona-
do metros
más a la
derecha.


Las luces estaban encendidas, y las gotas de la lluvia se dejaban ver a través de la luz roja de los faros traseros que brillaban junto a las farolas de la oscura noche.
Me puse la capucha y caminé hacia allí. Abrí la puerta, tomé asiento y, tras cerrar, me volví a descubrir la cabeza.
- Hola -tomó la palabra.
- Hola.
Oía el sonido de la lluvia chocar contra los cristales y veía las gotas resbalar por la luna. Sonaba una canción en la radio, a poco volumen.
- Te gustaba -comentó Rubén.
- Me sigue gustando -aclaré, sin moverme y sin dejar de mirar al frente.
- Pensaba que también habrías cambiado de gusto.
- Eso no lo puedo cambiar. Siguen gustándome las mismas cosas -respondí.
Él, quedó en silencio. Supuse, que los dos estábamos pensando lo mismo.
- Bueno, todas no -añadí. Sentí dureza en mis palabras y la expresión que adoptó Rubén confirmó mis pensamientos.
No habló. Lo agradecí.
- Bueno, buenas noches -me apresuré a volver a salir del vehículo, intentando evitar que él comentara algo sobre lo que yo acababa de confesar (o más bien, lo que acababa de mentir) y puse un pie fuera.
- A mí sí me siguen gustando las mismas cosas -me paralizó. Quedé con un pie fuera, y mi cuerpo dentro de su coche, pero no le miré -. Con la diferencia de la música. ¿Sabes?, yo escuchaba música fuerte, alegre. Hace tiempo que solo oigo música lenta, música con letras preciosas... con significado. Pero, por lo demás, me siguen gustando las mismas cosas: el fútbol, leer, tocar la batería, la biología... tú.
No, que no siguiera, por favor. Iba a marcar esas palabras en mi piel cual tatuaje. No podía seguir allí.
- Buenas noches -salí a enfrentarme con la lluvia.
En ella, al menos, nadie podía saber si las gotas mojaban mi rostro o si mis ojos estaban llorando de verdad.

From Dalhimen.

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